El pasado lunes el médico nos volvió a confirmar que el paso de Erik por quirófano era inevitable. Repasó las pruebas preoperatorias, y tras comprobar que todo estaba correcto, nos dio fecha para su segunda operación de colesteatoma.
Desde entonces estamos ya mentalizados, preparando el terreno para afrontar la que será ya tercera intervención quirúrgica de Erik con la mejor actitud.
Y es que si bien para mí no es fácil que vuelvan a operarle... para él tampoco resulta sencillo de sobrellevar.
Febrero será el "gran mes". Y ya va quedando menos.
Tanto papá como yo hemos hablado en nuestros respectivos trabajos para pedirnos los correspondientes permisos para el gran día.
Alberto, al ser autónomo, tendrá fiesta el día de la operación, que por fortuna cae en viernes. A mí, desde recursos humanos me han informado de que me corresponden 3 días, a los que he pedido sumar 3 más, para poder estar con el peque toda una semana tras su operación.
Así podrá quedarse en casa, y podré dedicarle todo mi tiempo a acompañarle en sus visitas médicas post operatorias, y sobre todo, en superar la situación y recuperarse.
Espero que en mi actual empresa no me pongan reparos y pueda disfrutar de esos días. Ya te contaré.
Por otro lado, debido a los protocolos COVID ya nos han comentado que sólo uno de los progenitores podrán acompañarle ese día. Eso es duro, muy duro... pues uno de los dos deberá esperar solo en la sala de espera, estar con él a solas en la sala de reanimación, estar solo con el peque en la habitación, pasar la noche a solas con él, afrontar a solas las explicaciones del médico sobre como ha ido todo... mientras el otro espera a solas en casa. Sin poder participar en nada.
Ya ha sido duro en las pruebas y las visitas médicas. En la operación lo será aún más.
Alberto y yo somos muy diferentes. Cada uno de nosotros tiene puntos fuertes.... se le dan mejor unas cosas que otras. Por ejemplo a mi se me da fatal acompañar al peque los días que tiene pruebas, o analíticas. Cuando le veo llorar de dolor (cosa que ha sucedido en bastantes ocasiones), retorcerse, en la camilla... indefenso.... me vengo a bajo. Me cuesta horrores contenerme y no ponerme a llorar yo también. Por el contrario, Alberto se crece. Lo sujeta mientras le ponen la vía, le agarra fuerte la mano, le anima...
En cambio en las visitas médicas sucede al contrario. Alberto se bloquea ante las malas noticias, se desmorona, es incapaz de preguntar nada... y luego le cuesta recordar los detalles médicos. Yo... actúo de manera opuesta. Es escuchar la mala noticia y es como si mi mente se pusiera a trabajar al 100%. Agarro la mano de mi hijo, le tranquilizo con mis palabras o mi mirada. Y luego...le pido al doctor un segundo, y saco del bolso mi libreta mientras le digo: adelante, explíqueme que vamos a hacer para resolverlo. Y empiezo a anotarlo todo, las explicaciones, detalles.... y a hacer preguntas: cuando?, donde?, como?.... Mientras anoto las respuestas.
Por eso, siempre que ha sido posible, hemos ido los dos a las visitas de Erik. Nos complementamos. Alberto entra con el niño a las pruebas y luego yo le hago todas las preguntas al médico: como ha ido? Cuando tendremos los resultados? Hay que pedir cita para después? Cual es el siguiente paso?
Somos un equipo. Un equipo roto por culpa del COVID. Ahora hemos de dividirnos. Alberto va solo con el niño a las pruebas y yo rezo para que no se olvide de preguntar lo fundamental. Y yo le acompaño a las visitas y a Alberto se lo comen los nervios en casa mientras cruza los dedos para que no le hagan "nada" al pequeño.
Sopesando pros y contras... hemos decidido que sea Alberto quien acompañe al pequeño el día de la operación. Porque ese día le pincharán, le pondrán la vía, saldrá de la operación vendado.... Y ver a su madre con la cara desencajada haciendo esfuerzos por no echarse a llorar... no creo que sea lo que mi hijo necesite. Su padre estará a su lado, fuerte, llevando la procesión por dentro.
Y en el fondo, al alta le darán un informe con lo fundamental escrito. Y yo podré interrogar al médico en la primera visita del post operatorio sin problemas.
Va a ser duro que me quede en casa, como un león enjaulado. Tal vez me vaya a la puerta del hospital... a dar vueltas por la calle, mientras espero recibir noticias por teléfono. Sólo por sentirme algo más cerca de mi pequeño. Es una estupidez, lo sé... pero es mi estupidez.
Mi mayor miedo ahora, es que nos aplacen la operación. Es difícil mentalizarse, organizarlo todo, a nivel laboral y escolar... para que luego lo pospongan por culpa del COVID.
Ojalá que todo vaya según lo previsto, ojalá podamos quitarnos la operación de encima en la fecha prevista, y podamos intentar pasar página lo antes posible.
De momento toca hacer piña, responder a las preguntas del peque y darle todo el apoyo posible para que se enfrente a este desafío con la moral alta y la mejor actitud posible.
Este asalto lo vamos a ganar. Ojalá sea por fin el final de este combate.
Os deseo todo lo mejor. Ánimo. Un beso
ResponderEliminarMuchas gracias Susana.
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