13 may 2019

No es sólo un juego

No es sólo un juego, no lo es, no para él, no para mí... es mucho más.

Tal vez comenzó siendo sólo eso... un juego. Como la oca, o el parchís, pero un tanto más complicado. Un juego nuevo, que aprender, y tal vez luego acabar arrinconando, sólo eso... sólo ajedrez.

Hace ya dos años y medio que mi hijo descubrió el juego del ajedrez. Entró en su vida de improviso, por casualidad. Mi hermano celebraba sus 40 primaveras en una casa rural, y quiso el destino que en el cajón de juegos hubiera un tablero y unas piezas de ajedrez.

Él nunca había visto ese juego, y fue su prima la que le enseñó a mover las piezas y a jugar. Ha llovido mucho desde esas primeras y torpes partidas contra mi sobrina junto a la lumbre. 

Cuando volvimos a casa, el gusano del ajedrez había despertado en él, y empezó a jugar con su padre, utilizando una aplicación de teléfono. No pasó demasiado tiempo, hasta que fuimos a una tienda a conseguir nuestro primer tablero y su correspondiente y flamante juego de piezas.