El lunes empezó el nuevo curso escolar, la vuelta al cole y por lo tanto la vuelta a la rutina de muchos hogares.
Este año, el proceso fue algo distinto para nosotros. Erik empezaba en P5, con nueva profesora, pero con compañeros de clase conocidos. Para Helia el tema era muy diferente: se estrenaba en P3 y por lo tanto, tenía que hacer frente a un nuevo colegio, nuevas profesoras y nuevos compañeros de clase.
Con lo sentida que es, el proceso no parecía que fuera a ser sencillo. Pero una vez más, nuestra peque nos ha sorprendido y ha asimilado las novedades con entereza.
Al empezar en P3 nos tocaba hacer con ella un breve período de adaptación escolar de 3 días. En nuestra zona, todos los colegios públicos lo hacen así. Ello implicó que debí reservarme 3 días de vacaciones para poder estar a su lado.
Mientras que Erik el primer día ya pudo entrar a las 9 de la mañana para salir a las 16.30, Helia hizo un ingreso más paulatino en su nueva realidad escolar.
Nada más levantarnos el lunes, la peque apuntó maneras. Mientras desayunaba, empezó a hacer pucheros y a lloriquear diciendo que no quería ir al cole. Yo le recordé que estaríamos poco rato y que yo estaría con ella... y se quedó conforme.
Erik parecía ilusionado, pero al llegar a la puerta del colegio se incrustó en mi pantorilla como un lapa, y su hermana, viendo su actitud hizo lo mismo. Así que mientras otros niños corrían y se saludaban sonrientes, yo tenia dos lapas incrustadas en mis laterales....
Hablé con el peque y le animé lo más que pude, y tambaleándonos entramos y nos dirigimos hacía su clase. Entró algo titubeante y pucheroso, pero enseguida un amiguito vino a su encuentro y cuando me alejé le vi más sereno.
Salí con la peque a la puerta del colegio, para esperar a las 9.15, hora en la que los novatos de P3 harían su "entrada tranquila". Por ser el primer día era bastante light, estaríamos de 9.15 a 10:30 padres e hijos juntos en el aula.
Helia estuvo bastante seria y no se separó un palmo de mi en todo el rato. Por más que intenté que se relacionase con otros peques no hubo manera. El colegio lo había organizado muy bien, y estábamos sólo la mitad de la clase (la otra mitad irían de 11.15 a 12:30). Nos pidieron que lleváramos una caja de zapatos y en las mesas había material para que junto con nuestros hijos pudiéramos decorarla. Así, haciendo esta actividad, la profesora tuvo tiempo de hablar con todos nosotros y de observar a nuestros pequeños.
La salida del cole no fue tan "tranquila". Helia lloraba porque no quería irse sin su hermano... que obviamente estaba en clase feliz como una perdiz.
Al día siguiente la tensión ya se palpaba algo más en el ambiente. Erik entró aún más pucheroso que el día anterior... y yo me di a la fuga con la peque para no ver sus lagrimillas.
Ese día Helia tenía que quedarse también de 9.15 a 10:30, pero sin mi. Eso no le hizo ninguna gracia. No hacía más que decirme: pero tu entras conmigo? Y yo le decía: hasta la puerta sí, luego te doy un beso y me voy. Y ella respondía: vale, pero entonces entras un poquito...
Entró muy seria y se quedó como un estaca junto a la puerta. No lloraba... pero no se movía y tenía la vista clavada en el suelo. Vi como la profesora le decía que se quitara la mochila, y ella negaba con la cabeza, y también se negaba a sentarse... Pero al menos no lloraba!
Con esa imagen me fui a dar una vuelta. Cuando volví la encontré muy contenta. La profesora me dijo que era una niña alegre y divertida... pero que tanto estaba riendo, como de repente se ponía a llorar desconsoladamente, para luego volver a reír. Yo la miré y le dije: sí, esa es mi hija. La profesora se rio y me dijo: de humor cambiante???
El tercer día la cosa fue algo mejor. Erik ya estaba contento y parecía más tranquilo. Helia, estaba pucherosa, pero se tranquilizó cuando le dije que a la hora del patio vería a su hermano y podrían jugar juntos. Ese día ya le tocaba ir toda la mañana, de 9 a 12.
Erik se quedó contento. Helia....no. Al despedirnos de su hermano en la puerta de P5 se puso a llorar, porque quería quedarse con él. No dejaba de llorar repitiendo que quería a Erik en su cole. Los conceptos clase y cole no estaban claros en su mente. La dejé en la clase tan seria como el día anterior, pero tranquila y aguantando el tipo.
Cuando la recogí la profesora me dijo que había llorado a la hora del patio, cuando P5 había acabado el recreo y su hermano se había ido a clase, porque no quería separarse de él. El pobre Erik había ejercido de hermano mayor, pasando junto a ella su rato de recreo y le había explicado que debía volver a clase porque tenía tareas que hacer.
El jueves venía la parte dura. Helia pasaba de haber pasado como mucho tres horitas en el cole, a quedarse de 9 a 16:30, teniendo que comer allí y hacer la siesta allí. Mi vida laboral me llamaba y no había más remedio que estrenarse con su nueva realidad.
Para nuestra sorpresa se quedó contenta por la mañana y salió feliz por la tarde, comió estupendamente a medio día e hizo una buena siesta.
La capacidad de adaptación de nuestros peques es sorprendente. La primera semana de colegio ha pasado rápidamente, Erik sólo ha hecho pucheros dos días al entrar, y Helia... en fin...alguna lágrima ha sido derramada pero el balance ha sido mayormente positivo.
Los dos tienen ganas de volver el lunes y están ilusionados. Que más se puede pedir??? Ciertamente.... que el lunes por la mañana no cambien de opinión!!!!
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