No es sólo un juego, no lo es, no para él, no para mí... es mucho más.
Tal vez comenzó siendo sólo eso... un juego. Como la oca, o el parchís, pero un tanto más complicado. Un juego nuevo, que aprender, y tal vez luego acabar arrinconando, sólo eso... sólo ajedrez.
Hace ya dos años y medio que mi hijo descubrió el juego del ajedrez. Entró en su vida de improviso, por casualidad. Mi hermano celebraba sus 40 primaveras en una casa rural, y quiso el destino que en el cajón de juegos hubiera un tablero y unas piezas de ajedrez.
Él nunca había visto ese juego, y fue su prima la que le enseñó a mover las piezas y a jugar. Ha llovido mucho desde esas primeras y torpes partidas contra mi sobrina junto a la lumbre.
Cuando volvimos a casa, el gusano del ajedrez había despertado en él, y empezó a jugar con su padre, utilizando una aplicación de teléfono. No pasó demasiado tiempo, hasta que fuimos a una tienda a conseguir nuestro primer tablero y su correspondiente y flamante juego de piezas.
Erik aprendía rápido. Le gustaba jugar, disfrutaba con ello... y quería seguir progresando en el juego.
Alberto tuvo que ponerse las pilas, y empezó a leer sobre aperturas, finales, y jugadas en internet. Veía vídeos para después poder ponerse con el peque y enseñarle algo nuevo.
Yo me limitaba a seguir jugando contra él cuando me lo pedía. Pese a que conocía el juego, tuve que hacer un esfuerzo memorístico para ponerme a ello. De pequeña aprendí a jugar con mi hermano... y no tardé en "aborrecer" el juego. Siempre perdía. Siempre. Y él ganaba. Así que no era divertido para mí... sino frustrante. Y ahora, me reencontraba años más tarde con el tablero, de la mano de mi hijo, para descubrir en este gran juego de estrategia, nuevas tardes de diversión.
El ajedrez poco a poco se convirtió en nuestro juego. Su juego. Sobre todo de él y Alberto, quienes aprendían de la mano mil y una estrategias.
El curso pasado, un amigo de Erik se empezó a interesar también por el ajedrez, y se apuntó a la extraescolar de su escuela. Como no van al mismo colegio, se ven poco... pero empezaron a jugar alguna partida cuando quedábamos algún fin de semana.
Y fue el padre de este amigo, el que nos avisó de la existencia de un campeonato escolar en el que su hijo iba a participar. No había ningún requisito de nivel... sólo conocer el juego y estar escolarizado en el pueblo. Así que, ambos se apuntaron.
Aquel torneo, marcó un antes y un después en su vida. Eran varias jornadas de juego y en ellas vimos crecer ajedrecísticamente a nuestro pequeño. Por fin se enfrentaba a sus iguales, no a Alberto ni a mí, sino a niños y niñas. Algunos más pequeños, otros más grandes... pero todos alumnos de primaria.
Aquel torneo empezó antes de que operasen a Erik, y finalizó tras la intervención. Tal vez por eso el ajedrez cobró un peso especial en su vida. (mi hijo se sometió a dos operaciones que te conté AQUÍ y AQUÍ)
Cuando de repente, te operan y te "roban" un 80% de audición en un oído, cuando te dicen que no volverás a escuchar "bien", cuando tu vida cambia para siempre tan drásticamente... con 7 años... tu mundo debe girar muy rápido.
Él, que ya arrastraba problemas de autoestima por una mal llevada retirada del pañal; que había ido a atención temprana a trabajar ese tema; que ya era inseguro.... de repente perdía una "parte de su cuerpo". Eso, volvía a hacerle diferente al resto de sus compañeros... y volvía a suponer un duro golpe a su autoconfianza.
Sus dudas sobre lo que podría o no podría hacer debido a su déficit de audición eran muchas. Y de repente, descubrió... que el ajedrez seguía ahí. Que su sordera no le afectaba en su juego. Que podía seguir con ello. Y que encima, se le daba bien.
Acabó el campeonato escolar ganando en su categoría, cosa que le sirvió para clasificarse al comarcal. Y le vimos encontrar en el ajedrez una tabla de rescate. Aquel año, no pasó de ahí... pues aunque jugó bien, no logró la clasificación para el territorial.
Alberto le propuso de apuntarse a clases en el club de ajedrez del pueblo, para que pudiera seguir aprendiendo, con un profesor "de verdad". Y se animó a hacerlo. Era en un lugar nuevo, con compañeros de clase a los que no conocía, y un formador del que nada sabíamos. Todo un reto para un niño con una baja autoestima.
El primer día de clase Alberto no pudo acompañarle. Le llevé yo. No sé quien estaba más nervioso... si él... o yo. El resto de "niños" de la clase parecían un poco mayores que él... y algunos se conocían y charlaban alegres. Erik se escondía tras de mí... aferrándose a mi brazo...dudando si entrar o no. Me decía: "son mayores, esta no es mi clase". Y yo le respondía: "el ajedrez no va por edad, va por niveles, y nos han dicho que has de probar aquí. Si no encajas ya te cambiarán de grupo".
Finalmente entramos juntos, nos presentamos a su maestro, y cuando Erik se alejó para sentarse con sus compañeros... le advertí que a veces Erik no oía si estaba distraído y le hablaban por la derecha.
Salí de allí temiendo por como se sentiría, por si tal vez no hubiera sido buena idea alentarlo... Pero por fortuna, lo había sido, apuntarle fue un gran acierto!
Erik se ha integrado perfectamente con sus compañeros, ha jugado en campeonatos individuales, por equipos... ha ganado.... ha perdido, ha aprendido a ganar, y está aprendiendo a perder.... Y lo más importante: por primera vez en su vida se ve a sí mismo como bueno en algo.
Aquí ya no es que papá y mamá que me quieren mogollón, me dicen que lo hago bien y tal... para que no esté triste... Aquí es: me he sentado solo a jugar contra un niño dos años mayor que yo... y le he ganado. No hay duda posible. Lo he hecho bien.
Su tutora en el colegio no puede estar más contenta con el cambio que Erik ha ido dando desde septiembre. Ahora tiene más seguridad en sí mismo, y sin duda su autoestima ha mejorado.
Ojo! Queda camino por recorrer en ese tema... Pero el ajedrez, le ha dado tanto! Y justo en un momento en que la vida... le había robado tanto... Es su tabla de rescate, es mi tabla de rescate, es la fuente de la cordura familiar.
Por eso, no, no es sólo un juego... es AJEDREZ, es gobernar tu mundo, seas grande o pequeño, oigas bien, o mal... en el tablero estás tu sólo... a cargo de tu ejercito. Y de ti depende en buena parte el salir victorioso de ello.
Me ha encantado lo que cuentas. Jamas habría relacionado el ajedrez como forma de fomentar la autoestima. Maravilloso!
ResponderEliminarPues está resultandonuna forma myy efectiva de reforzarla!
EliminarUn abrazo!
Mi hijo tambiën encontró en el ajedrez su tabla de salvación. Un beso
ResponderEliminarMe alegro mucho Susana! Seguro que es también un pequeño valiente.
EliminarUn abrazo
Mi abuelo me enseñó a jugar con 4 años y para mí nunca fue solo un juego, era un momento de compartir con él un rato tranquilo, de conectar generaciones. Al leerte me alegro de q Erik haya encontrado en el ajedrez su lugar y q le ayude en otros aspectos de su vida. Un abrazo muy fuerte para todos!!
ResponderEliminarQue bonito es compartir con nuestros mayores los juegos de siempre. Esos momentos que describes se graban para siempre.
EliminarAbrazos!!!
Mi hijo empezó de una manera similar en el ajedrez una comida de Navidad en familia y 8 años más tarde nuestra vida gira entorno al ajedrez. Mi hija aprendió a leer y escribir haciendo planillas de las partidas y como juegan los dos hermanos compartimos viajes, campeonatos, amigos y como bien dices todos esos valores que les da jugar a ajedrez. Creo que nos conocimos un día y seguro que nos volveremos a encontrar, la ilusión de Erik y vuestro apoyo seguro que os hace disfrutar del ajedrez muchos años.
EliminarMi hija, que está siendo arrastrada tras de su hermano de arriba a bajo, hace un par de meses nos pidió que la apuntaramos a clases. Seis años tiene...a ver en que queda.
EliminarEsas planillas!!! Enseñan tanto!!!
Ahora mismo no caigo en quien eres...me dejas pensando. Somos tantas familias de arrriba abajo... Si volvemos a coincidir...acércate y dime: ey!!! Soy yo!!!!
Un abrazo fuerte!
A mi nunca me enseñaron de pequeña y en casa el único que sabe es mi marido, pero con lo que cuentas sobre la superación de tu hijo, me has animado a intentar aprender y que mis hijos lo aprendan también.
ResponderEliminarEs un buen juego para aprender...ayuda a desarrollar mucho la capacidad analítica. Yo le veo muchas ventajas. Eso si...tiene que surgir y gustar. Si se obliga...como en todo, se pierden las ventajas.
EliminarUn abrazo
Pues me parece fantástico que Erik disfrute con el Ajedrez. Además de desarrollar la autestima, ser entretenido a más no poder, y despertar su agilidad estratégica... Es un juego silencioso, que hoy por hoy es lo que necesito en esta casa de locos, donde tan pronto suena una sirena de bomberos, como una trompeta.
ResponderEliminarUn besazo Vanesa!!
Si que es silencioso si! De echo es lo que más impresiona de los torneos...tantos niños juntos...sentados, en silencio, concentrados... Es para verlo!
EliminarUn abrazo fuerte!