Mi hijo mayor tiene 7 años, y aún no he escrito nunca sobre el tema de la lactancia... debido a que siempre que veo a alguna mamá en las redes sociales comentar que da o dio biberón a sus pequeños... siempre le cae un buen alud de críticas encima. Y la verdad, no me apetecía recibir, con un tema que aún a día de hoy me sigue tocando mucho a nivel emocional.
Si acabas dando biberón siempre te toca escuchar aquello de: te faltó apoyo, te faltó información, te faltó voluntad (puesto que todas las madres que quieren dar el pecho pueden dar el pecho), te faltó aguante (que poca resistencia... esperabas que fuera fácil?) y mil cosas más.
Y en mi caso, NO, no me faltó información, no me faltó apoyo, no me faltó voluntad y ganas, ni me faltó capacidad para aguantar el dolor.
A raíz de haberme unido a la Red de Apoyo a Madres y Familias No Lactantes me he animado a contar mi experiencia, para que otras madres que se hayan sentido como yo y hayan tenido una experiencia similar, sepan que no están solas.
Cuando me quedé embarazada tuve muy claro que quería dar lactancia materna a mi hijo. Consciente de que es la mejor opción (natural, a medida de las necesidades del peque, rica en anticuerpos...) no me planteé la alternativa. En mi entorno cercano había mamis que ya tenían la experiencia, y sabía que no sería fácil: grietas, mastitis, perlas de leche... La lactancia proporcionaba hermosos momentos, pero también era dura a veces.
Asistí a las sesiones de preparación al parto en el centro sanitario de mi barrio, me informé de los horarios que tenía el grupo de lactancia, y leí lo que pude sobre el tema.
Por fin llegó el gran día, y mi grandullón llegó al mundo pesando 4130 kg. Fue un parto vaginal con un expulsivo que requirió ayuda de espátulas. Me lo colocaron encima prácticamente de inmediato y aunque yo estaba exhausta recuerdo sentirle despiertito sobre mí.
Aún estando con él en la camilla, la enfermera le ayudó a engancharse del pecho... Creo que no fue una buena idea. La camilla iba en movimiento porque me desplazaban a la habitación, y pasamos por algunos baches, que hicieron que mi peque me sacudiera cosa mala y me provocase un dolor indescriptible. Le comenté aquello a la enfermera que se limitó a reírse de mí, decirme que era normal que doliera y que me tenía que aguantar... Creo que habría sido mejor empezar con "la operación lactancia" en la habitación. Pero por lo visto había prisa y se debía de hacer allí mismo.
En el hospital recuerdo que me ayudaron bien poco. Mi hijo dormía como una marmota y se suponía debía darle el pecho cada 3 o 4 horas. No había manera de despertarle... le "meneábamos", le poníamos de un lado, de otro... y ni un mínimo interés en comer. Avisábamos a las enfermeras y nos ayudaban a despertarle (mojándole con agua, a pellizquitos...) y luego lo ponían al pecho y se marchaban. Él se volvía a dormir tras un par de chupetones... no parecía motivado para comer.
Volvíamos a pedir ayuda, y nos confirmaban que no se enganchaba bien, que le ayudásemos a abrir la boca... y poco más. Recuerdo una enfermera que cuando le pedí ayuda para dar el pecho me soltó: es que nunca has visto a nadie dar el pecho? . Yo con la cabeza alta le dije que no, y que necesitaba ayuda. Ella de mala manera me volvió a preguntar si ni siquiera lo había visto en una película... y yo respondí nuevamente que NO. Me ayudó de mala gana y a duras penas. Obviamente yo sí que había visto a otras madres dar el pecho, pero necesitaba ayuda y estaba dispuesta a exigirla si era necesario.
Esa cara... entre la felicidad y el dolor |
Tan sólo una enfermera del turno de noche se ocupó mejor de nosotros, venía, me ayudaba... me dio consejos para tratar las grietas que ya empezaba a tener en mis pezones, y me trajo unas pezoneras que parecieron ayudar a que mi hijo se cogiera algo mejor.
Mi marido y yo no estábamos dispuestos a darnos por vencidos. Si en el hospital no nos habían ayudado demasiado con la lactancia, buscaríamos apoyo y consejo en el grupo de lactancia que llevaba la misma comadrona que me había dado el curso preparto.
Nos dieron el alta un lunes, y el miércoles a las 10 de la mañana, en cuanto abrieron las puertas para iniciar el grupo de lactancia, allí estábamos: los primeros!
Mercé ( la comadrona) escuchó nuestras dudas y preguntas, "examinó" a nuestro pequeño y nos ayudó con mucho amor y comprensión a ponerlo al pecho. Ahí empezamos a ver que algo no acababa de funcionar. Cuando ponía a mi peque para que mamase, él se alejaba de mí. Me empujaba con sus manitas y piececitos, giraba la cara... Le expliqué las horas que llevaba sin comer... y ella misma comentó que no podía ser que no tuviera hambre. Finalmente, sujetándole la cabecita y con "energía" le pudo enganchar para que comiese.
Le explicó a mi marido como podía ayudarme, como podía coger a nuestro peque, para "forzarle" a enganchar el pezón y que pudiera comer. Por lo visto a algunos niños les costaba empezar a succionar aunque tuvieran hambre...
A todo esto yo era un "espectáculo lácteo". Tenía leche para montar un puesto! Sólo llorar mi hijo, me caían los goterones de leche por ambos pechos. Estaba claro que eso no iba a ser problema.
Los días pasaron y la lactancia evolucionó a peor! El día que mi hijo cumplió 15 días de vida entramos en un bucle que acabó con los tres en el hospital a las tantas de la madrugada. Mi hijo lloraba, yo lo ponía al pecho, el me golpeaba con pies y manos y giraba su carita, mi marido "lo obligaba", él seguía forcejeando y llorando... Deducíamos... igual es que ya ha tomado suficiente y no tiene hambre, y lo soltábamos en la cunita, él lloraba más, lo tomábamos en brazos, lloraba más...le mirábamos el pañal, la temperatura... todo.... y lloraba más. Volvíamos a ponerle al pecho... lloraba mucho más. Al final se dormía exhausto y cuando despertaba...estaba peor!
Desesperados, llegó un punto que no sabíamos que hacer: si tenía hambre, por qué no se enganchaba? Y si no tenía hambre... por qué lloraba?
Con tanto forcejeo y estirón para engancharle de mi pecho, yo tenía los pezones hechos un guiñapo, pero no me importaba... y le seguía poniendo. Quería que comiera, que estuviera bien... que dejase de llorar.
Finalmente, tras unas seis horas repitiendo aquel bucle, subimos al coche y fuimos al hospital donde nació. Yo iba hecha un manojo de nervios y un mar de lágrimas. Mi hijo estaba mal... y yo no sabía ayudarle. Le pasaba algo... estaría enfermo?
La pediatra lo visitó y no vio nada fuera de lugar. El peque estaba bien. El diagnóstico me dejó muerta: su hijo tiene hambre... y mucha! Entonces me preguntó si había probado de darle el pecho. Recuerdo que me desplomé en una silla que había en el box de urgencias, con la mirada clavada en el suelo... llorando sin parar. Mi marido le explicó las horas que llevaba con el peque "enganchado", le respondió que tenía mucha leche, y la lucha que teníamos para que nuestro hijo comiera.
Nos recomendó acudir a un grupo de lactancia. Yo me quería morir... llevaba yendo al grupo de lactancia desde el primer día de parir!!! Mi marido abatido se limitó a asentir. Para que seguir explicando cuando parece que no escuchan?
Nos trajeron un biberón. Dentro de mí esperaba que mi hijo rechazase aquel estúpido instrumento para gritarle a la pediatra: lo ve!!! Maldita!!! Yo ya le he dado de comer y mi hijo no tiene hambre! Haga su estúpido trabajo y examínele en condiciones! A mi hijo le pasa algo!!!!!
Pero para mi sorpresa mi hijo se lanzó a la tetina del bibe como un perro se lanza a un bistec. Empezó a mamar como si no lo hubiera hecho nunca antes. Realmente... estaba muerto de hambre. Fue la primera vez que vi a mi hijo comer feliz y relajado.
La pediatra nos devolvió al peque y al bibe... y nos mandó a dárselo a la sala de espera y a casa. Nos dijo que no sabía lo que fallaba... pero que nuestro hijo estaba pasando mucha hambre y que si no comía de un modo... debería hacerlo de otro. En la sala de espera mi marido siguió dándole el bibe a nuestro peque. Una enfermera se nos acercó y le mostró como se daba... no sabíamos ni dar un biberón! En mi afán de informarme sobre lactancia materna... jamás leí nada sobre biberones!!! Y no sabíamos ni como inclinarlo.
Al día siguiente, nuestro pediatra nos "recetó" suplemento de biberón para asegurarnos de que el peque comiera lo necesario. En el grupo de lactancia, Mercé nos tranquilizó de nuevo... por lo visto algunos niños necesitaban un pequeño suplemento para empezar. Suplemento que se podía ir quitando y eliminarlo más adelante cuando la lactancia materna funcionase bien.
Como yo tenía mucha leche, me prestó un sacaleches y me explicó como usarlo. Así al menos una parte de los suplementos podría ser de leche materna. Con aquel "invento" me podía sacar fácilmente 240 mililitros de leche! Sin esfuerzo... en un momento.
Primero poníamos al peque al pecho... y luego le dábamos el biberón. A ser posible con mi propia leche. Y cuando ya no quedaba... con leche de fórmula. Lo de la lactancia mixta, tampoco me parecía mala idea... si no fuera porque... seguía sin funcionar.
Cada vez que ponía al peque al pecho era una lucha encarnizada. Cabeza hacia atrás, pataditas y golpes con las manos.... y forcejeo hasta que agarraba el pezón. Un par de "chupadillas" y vuelta a luchar. Y luego... pillaba el bibe como si no hubiera tomado nada.
Resultaba agotador. Mi marido volvió al trabajo... y a la hora de ponérmelo al pecho... a mí me faltaban manos!
No dispuesta a rendirme, seguía en el grupo de lactancia. Allí, Mercé y sus compañeras lo probaban todo para ayudarme. Me dieron una jeringa para que dejase caer leche por mi pecho mientras él intentaba cogerse a fin de estimularle más, me propusieron dar primero el bibe (para que se relajase) y ponerle al pecho luego... Y mil inventos más! Pero ninguno funcionaba. Mi hijo seguía luchando contra mí cada vez que tocaba teta.
Mi desesperación aumentaba, y las preguntas se agolpaban en mi cabeza. Por qué mi hijo rechazaba el pecho? Por qué me golpeaba de aquella manera? Me llegué a plantear si tendría alguna enfermedad grave, algún retraso, si sería autista.... No era normal que me rechazase de aquella manera. Pero por otra parte, cuando estaba saciado y bien... no me rechazaba, se dejaba besar, y acariciar...
El pediatra y las comadronas lo exploraban... buscando una respuesta, que no llegaba. Se plantearon que pudiera ser un problema de frenillo, y lo cortamos... tenía ya dos meses... y nada mejoró.
Recuerdo un día que estaba en el grupo de lactancia, con mi hijo, como siempre, forcejeando. Miraba a las otras madres con envidia: llegaban, se sentaban, sacaban su pecho y su hij@ lo cogía y mamaba en paz. Algunas tenían cara de dolor, y la comadrona las ayudaba a mejorar la postura... pero todas irradiaban paz, tranquilidad, felicidad.
Entonces me vi a mí misma... como en las películas... como si saliera de mi cuerpo y me viese desde arriba. Como siempre, una comadrona agarraba la cabeza de mi hijo y lo forzaba a no irse hacía atrás, para que se cogiera del pecho, otra le agarraba los pies y brazos para que dejase de golpear... Tenía 4 meses... tenía cada vez más fuerza y era habitual que lo agarrasen entre tres para ponérmelo al pecho. Pero en casa.... yo estaba sola. Mercé estaba detrás de mí, con sus manos puestas sobre mis hombros, tratando de relajarme. Levanté la mirada y me crucé con la suya. Transmitía tanta paz. Me di cuenta de que estaba llorando... y ella con aquella voz pausada y relajada me repetía: no llores mami, no llores, que lo haces muy bien.
Yo le dije: esto no es normal... mira las demás... mírame a mí... no es normal.... Ella se limitó a decir: a veces no es fácil... hay casos que no se sabe porque se complican...
Y entonces... me armé de valor... y le dije: puedo dejarlo? Puedo parar ya?. Ella sonrío... con esa calma...y me dijo: claro que sí cielo. Quieres dejarlo ya?. Yo asentí entre sollozos... y ella ordenó a las otras comadronas que parasen... que yo iba a dejar de dar el pecho. Les indicó donde llevaba yo los biberones en la bolsa, y le pidió a Jennifer que le preparase y le diese uno. Se sentó junto a mí y me sostuvo. Me dijo que yo había hecho todo lo posible, que no pasaba nada, que no siempre se podía dar el pecho (no siempre??? como??) y que aunque yo tenía leche y en mi hijo no se observaba ningún problema... él lo rechazaba. Sin más!
Recuerdo que yo le dije entre lágrimas que quien me iba a ayudar a partir de ahora... que yo no tenía familia ni nadie en el pueblo... y que ahora que ya no podría ir allí... no me quedaba apoyo. Ella me miró muy sería y me dijo: esto es un grupo de lactancia, y tu hijo toma leche, por lo tanto siempre vas a ser bienvenida en este grupo.
Y así fue. Mercé, esa gran asesora que luchó como nadie por mi lactancia, con todos los recursos que tenía y se le ocurrieron, me apoyó cuando ya no pude más... cuando me cansé de ver sufrir a mi hijo y me siguió apoyando mientras pude ir a su grupo.
Fueron cuatro meses de lactancia mixta, en los que mi hijo sufrió con cada toma. Yo estaba preparada para aguantar mi dolor... pero no para resistir el suyo.
Mientras tuve leche me seguí sacando y le seguí dando la mía y la de fórmula. Hasta que un buen día... la mía... dejó de salir... sin más. Y pasamos a solo lactancia artificial.
Un par de días después de haber dejado de intentarlo con el pecho, recuerdo que yo estaba con mi hijo en la cama. Lo tenía tumbadito y yo me estaba vistiendo... me quité la camiseta... y al ver mis pechos, empezó a retorcerse y a llorar... Entonces supe que hacía lo correcto... fue como si él me dijera: no irás a meterme eso en la boca otra vez, no? Le acaricié, y me vestí... y él volvió a sonreírme feliz.
Durante mucho tiempo me torturé buscando un motivo que jamás encontraré. No sé porque mi hijo rechazó la lactancia materna. Lo que sí sé es que perdí mucho tiempo intentándolo y que ninguno de los dos pudo ser feliz hasta que lo dejamos.
Cuando le daba el biberón, él me miraba y sonreía... relajado entre mis brazos... feliz... Cuando le daba pecho... él me golpeaba y giraba su carita, no había contacto visual, ni respeto... no había nada.
La mejor lactancia es la que te hace feliz... a ti y a tu hijo. No hay más.
Me gusto mucho leerte, me he sentido muy identificada porque a mi me paso lo mismo,solo que yo no tenia apenas leche y lo pase muy mal hasta que decidi dejar la lactancia mixta y tambien dejar de sufrir mi peque y yo, ese momento fue cuando empece a disfrutar de lo que era ser madre.
ResponderEliminarMi peque cumple 12 meses el sabado y es un bebe sano, fuerte y feliz.
Me alegro de que tu bebé esté sanote y estéis felices los dos! Son momentos y decisiones duras.
EliminarUn abrazo muy fuerte
Madre mía, cuanto sufrimiento!! Yo soy defensora de la lactancia materna, pero también digo siempre lo importante que es hacerlo contenta, que si lo haces sufriendo tú y sufriendo el bebé no merece la pena... Hiciste lo correcto y no tienes nada que reprocharte, por suerte tenemos también la fórmula! Además creo que es muy importante respetar las decisiones de los demás, y si se decide dar biberón hay que respetarlo y no somos nadie para hacer preguntas ni para juzgar los demás, estoy muy harta de los opinólogos! Me alegro que te hayas lanzado a contar tu historia, puede ayudar a otras mamás que lo estén pasando mal por algo parecido. Un abrazo!
ResponderEliminarSufrimos todos.... pero ya pasó. Yo también sigo estando a favor de la lactancia materna... pero no a cualquier precio.
EliminarDe todo se aprende!
Los opinólogos son tremendos y cansinos...
Gracias por tu comentario. Un abrazo
La última frase lo resume todo.
ResponderEliminarNinguna mamá debería sufrir y ningún bebé pasar hambre.
Gracias por contarlo. Esto ayuda mucho a que otras mujeres no se sientan solas y depan que lo están haciendo bien aunque el entorno no apoye.
Ningún bebé debería pasar hambre... y la lactancia no debería ser motivo de pesar y sufrimiento.
EliminarGracias por tu apoyo.
Un beso
Me ha encantado leer tu experiencia. Fue bastante dura pero en ningún momento tienes que sentirte culpable o mal, hiciste más de lo que pudiste y sobretodo tomaste la decisión correcta. Tú más que nadie quieres la felicidad para tu hijo y lo que pensaste mejor para él era lo correcto.
ResponderEliminarEn mi caso yo tenía claro que no quería dar el pecho, así que imagínate la de comentarios que tuve que aguantar y sobretodo cuando se me tachaba como mala madre, pero sabes que? Mi hija gracias a Dios está sana, grande y feliz y eso es lo que más me importa. Un besazo
Gracias por tus palabras de apoyo! Siempre vienen bien!
EliminarLas mamis que tenéis claro desde el principio que no vais a dar el pecho aún lo tenéis peor con el aluvión de críticas. Se habla mucho del parto respetado... pero que hay de la lactancia respetada?
Un abrazo
Te escribo con lagrimas en los ojos. Quiero agradecerte por compartir tu experiencia, me hace sentir acompaňada y comprendida. Mi hijo tiene casi 3 meses y estamos con lactancia mixta xq la cantidad de leche q le puedo dar no es suficiente. Los/as expertos/as encontaron el porqué de ésta sitluación pero ahora ya no yo me lo pregunto, sólo quiero disfrutar la lactancia con mi hijo, a pesar de q las "están en mis zapatos" opinen q no me esforcé lo suficiente. Nuevamente Te agradezco x mostrar tu historia. Te admiro y te respeto.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarLlega un momento en que dejas de buscar un por qué y te centras en disfrutar y hacer feliz a tu hijo.
EliminarIgnora esos comentarios que sólo buscan hacerte daño.
Un beso
Al final en la maternidad lo correcto es lo que os haga feliz a todos. Y es entonces cuando se disfruta. Me alegro que te apoyaran hasta el final y respetaran el comienzo del fin. No es fácil.
ResponderEliminarLa lactancia es lo más duro que he hecho yo también, por suerte fue y sigue siendo exitosa después de mil trabas.
Un saludo!
No es fácil encontrar apoyo, y respeto! A veces eso es lo más difícil, que respeten nuestras opciones.
EliminarMe alegro que hayas conseguido (estés consiguiendo) una lactancia exitosa. Des de luego, cuando va bien... es una experiencia maravillosa.
Un abrazo fuerte!
Has contado mi historia... Tres meses y medio de agonia estuve yo. Pecho (mi bebé lo rechazaba igual que el tuyo), biberón y sacaleches... Ese proceso cada 3-4 horas durante esos tres meses y medio, con sus correspondientes lloros él y yo. No se lo recomiendo a nadie... No he llorado tanto en mi vida!!
ResponderEliminarAñado que mi bebé nacio con bajo peso e incluso estuvo ingresado por ese motivo, y yo erre que erre con la teta!!! Poco más que añadir a tu historia.
Aún lloro recordandolo, no lo he superado, pero he aprendido muchas cosas...
Como te entiendo. Yo creo que fue una de las etapas de mi vida en la que más lágrimas he derramado.
ResponderEliminarA mí me costó mucho superarlo... y aún me provoca sufrimiento recordarlo. Sobretodo porque sigue habiendo quien te juzga y te lanza comentarios hirientes de esos que aún hoy escuecen.
Un abrazo y muchos ánimos!
Para mi fuiste toda una valiente, yo con mi segundo hijo aguanté solo un mes porque no se agarraba bien y pasaba hambre. Pero tu experiencia es increíble, lo diste todo y más, no te puedes sentir para nada fracasada, al contrario, lo que conseguiste con todo lo ocurrido fue un logro. Un abrazo enorme.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario. Se intentó y no pudo ser...y costó de asimilar.
EliminarCon mi segunda lo intenté un mes y como no lo lograbamos lo dejé. No quise repetir calvario.
Un abrazo fuerte
Yo no lo supero nunca...
EliminarLamento leer eso. Un abrazo fuerte
EliminarHola:
ResponderEliminarCuando leo a gente que el personal sanitario os ha dicho que "sí" a dejar la lactancia me hace ilusión pero me causa frustración. A mí ni siquiera después de la segunda operación por ingurgitación por mastitis entendían por qué había dejado la lactancia.
Me llama la atención que seamos capaces de llegar tan lejos por dar el pecho a nuestros hijos. Lo de que te vio sin camiseta y lloró me puso la piel de gallina.
He hecho un blog para ver si me encuentro mejor con todo esto: https://sobrelactanciafracasada.blogspot.com/2019/11/como-una-heroina.html.
Hola!! Llevaba un tiempo sin entrar por aquí, y ahora encuentro tu comentario. En serio, espero que tu blog te ayude. A mí escribir y compartir mis experiencias y pensamientos me ha ayudado mucho.
EliminarUn fuerte abrazo
Hola, Vanesa,
ResponderEliminarNo había leído antes este post tuyo, gracias por volverlo a compartir.
A mi hermana le ha pasado algo parecido, solo que ni siquiera ella ha podido dar lactancia mixta. Le dolían muchísimo los pechos y la niña no se "enganchaba" al pecho, así que desistió porque la peque tenía hambre. Ahora le dan el biberón y a veces se lo doy yo también. Es la ventaja de ese artefacto, que pueden alimentarla otros miembros de la familia y compartir la crianza.
Creo que se pasan con lo de la lactancia materna, ahora todo tiene que ser tan natural (ja! como si el mundo en que vivimos lo fuera) y hacen que las mujeres que no pueden o no quieren dar el pecho se sientan tan culpables de no hacer lo correcto.
Yo tomé biberón desde el primer día y aquí me tienes tan hermosa ;-) Dejemos que las madres decidan, por favor.
Un petonàs!
Totalmente de acuerdo, las madres deben decidir y recibir apoyo sea cual sea su decisión. Porque siempre se necesita apoyo. Y ninguna opción debería criminalizarse.
EliminarAbrazos a tu hermana y que disfrute su maternidad! Petons